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Todos los días del años, 46 personas, 46, sean médicos, enfermeros o auxiliares, son agredidos de palabra obra por un paciente.

Los datos son de 2024, pero me da la impresión de que el entusiasmo por insultar al sanitario y a su familia y, en algunos casos, agredirle físicamente no decae.

Hay un dicho en España que dice “es más feo que pegarle a un padre”. Si es muy feo. También tienen que poseer fea el alma, y nula la paciencia, los que agreden e insultan a quienes hemos acudido en busca de auxilio, y van a emplear sus conocimientos en restituir nuestra salud. Y comprendo la impaciencia por las listas de espera, la falta de personal y otros inconvenientes, pero el médico y el enfermero no tienen la culpa.

Es como si le pegáramos al cartero, porque nos ha traído una mala noticia, o como si para demostrar lo que nos perturba el incendio cercano, que nos obliga a abandonar nuestra casa, insultáramos al bombero.

Ya sabemos que hay personas impacientes y violentas. Pero, además, como en este caso, también pueden ser estúpidas.